A. GARCÍA / E. MALLOL
Durante más de 20 años ha arrastrado el sambenito de ser el segundo lugar de España con más densidad de población. Pero en el último informe que refleja el número de habitantes por metro cuadrado que viven en una localidad, presentado este verano por Caja España, Mislata ha logrado el primer puesto. Los 44.000 habitantes que hay censados se distribuyen como pueden en los escasos 2,2 kilómetros cuadrados del término municipal. Una mala planificación urbanística que se remonta a principios de los 60 obliga hoy a los políticos locales a hacer auténticas peripecias para arañar algún metro de parcela.
Del suelo urbanizable previsto en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1988, actualmente sólo quedan libres 250.000 metros cuadrados, que se encuentran en manos privadas, y absolutamente nada para levantar colegios, centros de salud, residencias o parques.
La desidia de los distintos gobiernos municipales que en los últimos 50 años han gestionado el crecimiento urbanístico ha desembocado en un municipio pequeño plagado de fincas altas.
El actual alcalde, el 'popular' Manuel Corredera, explica las causas. El primer varapalo para la localidad llegó después de la riada de 1957. Tras desbordarse el río Turia y dejar a la ciudad de Valencia y otro municipio anexos totalmente inundados, se diseñó el Plan Sur. Se trata del proyecto que desvió el cauce natural del río, que dividía la capital de provincia por su área metropolitana, atravesando las localidades colindantes. Así, el Turia engulló el 27% del terminó municipal.
La política urbanística de la década de los 80 tampoco ayudó a que Mislata fuera una localidad desahogada. En 10 años la población duplicó el número de habitantes. «Fue un crecimiento desmesurado, cuya seña de identidad fueron las fincas de hasta 14 alturas», explica el alcalde.
Pero lejos de ahuyentar a vecinos, la situación geográfica, social y económica de Mislata no deja de atraer a ciudadanos. De hecho, Corredera considera que las cifras de densidad de habitantes son todavía más apretadas, pues el último censo de tarjetas sanitarias refleja 45.550 frente a los 44.000 habitantes registrados en el censo más reciente del Instituto Nacional de Estadística.
La localidad está pegada, literalmente, a Valencia donde trabajan el 60% de los mislateros. Ofrece la misma calidad de vida que la ciudad, los mismos servicios, pero es mucho más barata. Y, al fin y al cabo, los problemas no son mucho más acuciantes que los que sufren los que viven en la capital: falta de aparcamiento (tiene 27.000 vehículos censados), tráfico complicado y la necesidad de ampliar los servicios públicos. La situación parece complicada, pero la corporación local hace sus apaños arañando suelo de donde puede.
Sólo quedan 250.000 metros cuadrados libres y son de propietarios privados. Sin embargo, el alcalde garantiza que ha encontrado la fórmula para que el 89% de esos terrenos se destine a dotaciones públicas.
El Ayuntamiento recorta el número de edificios que el constructor pretende levantar «para que, por ejemplo, en lugar de ocho torres haga cinco y el resto del suelo se ceda al Consistorio». Eso sí, para que el negocio pueda salir rentable para las dos partes, el Ayuntamiento debe hacer la vista gorda a la hora de autorizar alturas. «Si pedía nueve, ahora le tenemos que permitir 14», comenta Corredera.
Los históricos de Mislata tienen una visión más humana del proceso de densificación del municipio. Ángeles Urios tiene una floristería en una zona céntrica y ha vivido en primera persona la transformación de la ciudad en las últimas décadas.
«Antes eran tres calles», dice con un poso de nostalgia, «la calle Mayor, la avenida de Torrente, por la que pasaba el tranvía, que ahora es la avenida de Blasco Ibáñez, y la calle de San Antonio, que llamábamos carretera a Manises».
Ángeles Urios nació y vivió sus primeros años en una casa de la calle de los Ángeles, con una estructura simple, de primer piso y bajo, típica de los pueblos. «Éramos cuatro ratas», apunta, «el pueblo luego fue creciendo por la zona del 'Quint' (el Quinto), donde se tapó la acequia de Favara».
Todavía se puede contemplar algo de aquella arquitectura de principios del pasado siglo en el entorno de la plaza de la Morería, el porche y la placeta de Marcos Porta «que aún está como era antes Mislata», asegura la floristera.
En la transformación urbanística hay lugar para anécdotas próximas a lo mágico, sobre todo las que se han ido produciendo en la actual avenida de Blasco Ibáñez. Ángeles Urios relata que «cada finca que hay en la actualidad era antes un chalé, y casi todos los de la calle estaban ocupados por gente del mundo del circo, que venían a su casa a descansar cuando acababa la temporada». Hace poco el Ayuntamiento hizo un homenaje a estos curiosos conciudadanos, de los que aún sigue quedando algún ejemplo en esa zona.
Mislata se ha convertido en el típico municipio enclavado en el área metropolitana de una gran urbe, pero sigue guardando rincones para la nostalgia, como el 'carreró' de San Pascual, estrecho, por el que apenas logra pasar un coche. O el porche de herencia árabe al que se llega por la calle Mayor.
Ángeles no sabe decir si el aumento de población que ha experimentado su ciudad natal ha beneficiado o no a su negocio, la floristería. «Habrá favorecido en algo», dice, «pero lo principal son los clientes de toda la vida, me llama una vecina y antes de que me lo diga ya sé lo que quiere».
La Comunidad Valenciana ocupó una posición destacada en el informe de Caja España, presentado el pasado mes de julio. Además de situar a Mislata como la ciudad con mayor densidad de población, en el estudio se indicaba, asimismo, que San Fulgencio (Alicante) es el municipio español con más población extranjera en proporción, ya que el 73,9% de sus habitantes son inmigrantes.
Además, la localidad que más ha crecido en términos absolutos entre el año 2000 y 2006 es Llaurí, en Valencia, con un incremento del 955% en ese periodo.
Fuente elmundo.es/suplementos/suvivienda/2007
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